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EL SUICIDIO EN JÓVENES

RESUMEN

Entre los jóvenes de entre 15 y 29 años, el suicidio es la tercera causa de muerte en todo el mundo. El “modus operandi” llevado a cabo por la mayoría de los jóvenes difiere entre hombre y mujeres destacando el autodisparo con armas de fuego en el primer caso y los envenenamientos en el segundo. Según la OMS se trata de uno de los principales grupos de riesgo debido a una serie de cambios que suceden durante la adolescencia.

PALABRAS CLAVE

Suicidio, gente joven, factores de riesgo, factores protectores, prevención, tratamiento, enfermería.

ABSTRACT

Among young people aged 15-29, suicide is the third leading cause of death worldwide. The «modus operandi» carried out by the majority of young people differs between men and women, highlighting the self-inflicted use of firearms in the first case and the poisoning in the second. According to WHO, this is one of the main risk groups due to a series of changes that occur during adolescence.

KEY WORDS

Suicide, young people, risk factors, protective factors, prevention, treatment, nursing.

INTRODUCCIÓN

El suicidio es una de las principales cusas de muerte a nivel mundial. En el año 2012, el ratio anual fue de 11.4 suicidios por cada 100.000 habitantes, destacando un mayor número en hombres que en mujeres (15 hombres por cada 8 mujeres). Las tasas más altas fueron encontradas en Lituania y Rusia y las más bajas en Azerbaiyán, Kuwait y Filipinas. A nivel europeo, en 2013 fueron registradas 11.7 muertes por cada 100.000 habitantes, dato muy similar al mundial, encontrando las tasas más bajas en Grecia y Malta1.

La distribución entre hombres y mujeres continúa manteniéndose a este nivel a excepción de la India y China dónde se invierten y los suicidios en mujeres son más frecuentes que en hombres. De la misma manera, las tentativas son más frecuentes en el sexo femenino en todo el mundo1.

Concretamente, en España, se suicidan 10 personas al día (75.22% de hombres frente a 24.78% de mujeres), siendo la tasa por habitante de 8.31 por cada 100.000 habitantes, y encontrando la tasa más alta en Galicia. A pesar de ello, las tasas de España son una de las más bajas de Europa1.

En 2018, se produjeron en España 3539 suicidios de los cuales 2619 eran hombres (74%) y 920 mujeres (26%). En concreto, 3 de cada 4 eran de hombres y 1 de cada 4 de mujeres. Mientras que, en 2020, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa, con 3.941 fallecimientos, un 7,4% más que en 20192,3.

Existe la posibilidad de que todos estos datos se encuentren infradimensionados debido a que lo más probable es que este número sea mayor y las muertes sean ocasionadas y consideradas en otro grupo de defunciones como, por ejemplo, los accidentes de tráfico1.

Entre los jóvenes de entre 15 y 29 años, el suicidio es la tercera causa de muerte en todo el mundo. El “modus operandi” llevado a cabo por la mayoría de los jóvenes entre los 15 y los 29 años difiere entre hombre y mujeres. En el primer caso, destaca el autodisparo con armas de fuego, mientras que en el segundo caso suelen estar más presentes los envenenamientos1.

Uno de los mayores temores es el “efecto imitación”, es por ello una de las causas por las que más se ocultan los casos de suicidio dentro de los medios de comunicación1.

FACTORES DE RIESGO:

El suicidio es considerado un fenómeno complejo y multicausal. En el 90% de los casos aparece un factor común que puede ser la presencia de un trastorno psicológico (depresivo) o psicótico (de personalidad o de ansiedad), así como el consumo de sustancias1.

En diversos estudios, se expone que se debe de enfocar la atención sobre la posibilidad de ver la autolesión como solución a un problema. Debe ser tomada en serio, no quitarle importancia y remitirse a una evaluación especializada, la cual debe ser integral y tener en cuenta al adolescente en su contexto familiar, escolar y social4.

Según la OMS se declaran varios grupos de riesgo, entre ellos los adolescentes entre 15-19 años. Esto puede deberse a una serie de cambios que suceden en la adolescencia, entre ellos el tener una mayor responsabilidad o tropiezos derivados de la inmadurez dando lugar a momentos de frustración, soledad o angustia5.

Se destaca incidir en la diferencia entre factores de riesgo y factores protectores que, en general todos presentamos5,6:

  • En adolescentes, dentro de los factores de riesgo distinguimos, a nivel familiar y contextual: un bajo nivel socioeconómico, disfunción familiar, mala comunicación entre padres e hijos e incluso familias monoparentales
  • Por otro lado, a nivel individual encontramos: la presencia de alguna infección como el VIH, altos niveles de exigencia académica, fracaso en los estudios, el rechazo del propio cuerpo, la agresividad, problemas de sueño e incluso la orientación sexual (sobre todo la homosexualidad), entre otros.
  • En cambio, dentro de los factores protectores aparecen: la cohesión familiar, inteligencia, tener apoyo y diferentes tipos de recursos o ser mujer.

Por último cabe destacar que a pesar de la existencia de estos factores puede suceder algún acontecimiento que precipite el acto del suicidio como puede ser un conflicto sentimental o un duelo reciente (muerte de un familiar cercano por ejemplo)5,6.

A pesar de todo ello, es importante destacar que pueden darse situaciones en las que no estén presentes estos factores y se haya cometido un acto de este tipo o un parasuicidio1.

Finalmente, el acoso escolar, el hecho de estar involucrado en situaciones de violencia, el “Ciberbullying” o “Sexting” se han descrito como un importante factor de riesgo para la conducta suicida. Estos dos últimos consisten en el maltrato a través de las redes sociales, por ejemplo, a través de la difusión de imágenes personales humillando a la persona. Estos tipos de maltrato están en auge probablemente debido tanto al fácil acceso como a la expansión masiva de las redes sociales, siendo favorecido por el anonimato dentro de las mismas1.

Los menores que son víctimas de acosos escolar tienen 2,23 veces más riesgo de sufrir ideaciones suicidas y 2,55 veces más riesgo de realizar intentos de suicidio que aquellos que no lo han sufrido7.

En el caso del ciberacoso, el impacto es todavía mayor. Incluso los adolescentes perpetradores de ciberbullying tienen un mayor riesgo de manifestar ideaciones y comportamientos suicidas, aunque en menor medida que las víctimas7.

PREVENCIÓN:

En España, no existe un plan nacional preventivo, sino que las propuestas de actuación son a nivel autonómico1.

Es fundamental en todo programa trabajar tanto con los factores de riesgo como con los factores protectores personales (resolución de problemas, habilidad para las relaciones sociales, flexibilidad cognitiva, hábitos de vida saludables, mostrar actitudes y valores positivos), sociales y familiares (apoyo familiar y social, integración social, adoptar valores culturales y tradicionales, recibir tratamiento integral, disponer de sistemas de ayuda y recursos, etc.)1.

Podemos clasificar las diferentes prácticas preventivas en tres niveles8:

  • El nivel indicado, en el que encontramos a los individuos que presentan un alto riesgo de cometer un suicidio. Las intervenciones que se llevan a cabo son individuales y especializadas como son la farmacoterapia, la terapia cognitivo conductual o la terapia conductual dialéctica entre otros.
  • El nivel selectivo abarca a determinados subgrupos de la población que puede estar en un mayor riesgo como son los adolescentes escolares. En el caso de los adolescentes escolares son pocos los que les piden ayuda, ya sea a sus padres u otro adulto, por ideación suicida, siendo esto más propio en la edad adulta. De esta forma su detección y la instauración de un tratamiento adecuado se dificulta.
  • El nivel universal que es el que se dirige a toda la población.

La OMS indica una serie de recomendaciones para la actuación en personas potencialmente suicidas según el nivel de riesgo (ANEXO1)9.

Dentro de los centros educacionales los programas de prevención pueden clasificarse en8:

  • Programas de psicoeducación sobre la depresión y/o suicido con el fin de que los adolescentes tomen conciencia de la relación entre enfermedades mentales y otros factores de riesgo asociados a la conducta suicida para así poder pedir ayuda de forma efectiva si la necesitan.
  • Programas de entrenamiento a profesores o escolares para detectar adolescentes en riesgo (gatekeepers) y así poder ayudar a adolescentes en riesgo suicida.
  • Programas de investigación para la detección de riesgo suicida. Su objetivo es detectar a adolescentes con patología mental o con riesgo suicida a través de pruebas de cribado.

Finalmente, algunas medidas que podrían influir positivamente en la reducción de este problema serían trabajar las actitudes prejuiciosas de los profesionales sanitarios, así como los tabúes existentes sobre el suicidio, formar sobre el tema así como de señales de alerta, la implicación de los medios de comunicación y el fomento de actividades investigadoras en cuanto a su prevención1.

INTERVENCIONES DE ENFERMERÍA

Según la “U.S. Preventive Services Task Force”, en mayo de 2014, sobre el riesgo de suicidio en Atención primaria (AP), determinó que no fueron detectadas evidencias para potenciar el screening de riesgo de suicidio en la población general. Sí estaría indicado, por ejemplo, en aquellas personas con síntomas o antecedentes de trastorno mental o intentos de suicidio previos. Sugiere además, que las tasas de suicidio podrían reducirse en AP, si mejoraran en cuanto al reconocimiento y trato de las personas con trastornos mentales. De esta forma, la medida preventiva principal sería capacitar a los profesionales en el abordaje diagnóstico y psicoterapéutico12.

En enfermería, la prevención de la conducta suicida se basa en la reducción de los factores de riesgo y en la potenciación de los factores de protección. Entre los factores protectores encontramos: la confianza en uno mismo, la capacidad para solucionar los problemas, un nivel educativo medio-alto, saber controlar los sentimientos, ejercer hábitos de vida saludables, tener una red de apoyo familiar y social para que el adolescente no se sienta solo, así como saber aplicar el concepto de resiliencia con el fin de afrontar con éxito o positivismo las situaciones de crisis. Entre los factores predisponentes se encuentran el abuso de alcohol y drogas13.

Una vez detectada una conducta suicida, se deben seguir los siguientes pasos: creer al paciente, entender sus sentimientos, ayudarle y hacerle saber que deseamos ayudarle en lo que necesite y facilitar que exprese sus sentimientos. También se analizarán los motivos de esta conducta, se le enseñará a pedir ayuda y potenciaremos sus cualidades positivas. Se le ofrecerá la ayuda de un psiquiatra y se le proporcionará seguridad, afecto y apoyo emocional; nunca se deberán juzgar sus pensamientos ni retarle. Por último, también se aconseja orientar y entrenar a la familia sobre cómo apoyar al paciente13.

Algunas recomendaciones a la hora de preguntar son13:

  • Afrontar con claridad y respeto un tema tan delicado y personal.
  • Transmitir nuestro deseo de ayudarle. Aunque no sepas qué decir, lo que necesita es tu presencia y escucha incondicional.
  • No aleccionar y evitar convencerle de que su conducta es una equivocación.
  • Evita también frases del tipo: “Yo sé cómo te sientes”.
  • Mostrar calma y seguridad.
  • Dejarle hablar a su ritmo.
  • Profundizar con detalle en todos los aspectos que ayuden a valorar el riesgo suicida, pero, evitando preguntas innecesarias y morbosas.
  • Cuidar la confidencialidad y no generar situaciones de alarma.
  • Evitar el sarcasmo y la ironía.
  • Atender a su expresión, gestos, tono de voz y posibles incongruencias entre lo verbalizado y la expresión corporal.

 

EVALUACIÓN Y MANEJO DEL PACIENTE EN EL SERVICIO DE URGENCIAS:

Cuando se produce un intento de suicidio los servicios de urgencias son los lugares donde se produce el primer contacto con el adolescente. En primer lugar, se clasifica al paciente a través del triaje asegurando así su atención durante la primera hora desde su llegada. Si es posible, la persona que haya atendido al paciente será quien se encargue de su caso ya que favorecerá la relación terapéutica. Se propone la versión abreviada del cuestionario de riesgo de suicidio de Horowitz. La evaluación del paciente deberá realizarse en un entorno favorecido por la privacidad, la confidencialidad y el respeto13.

Es importante que, durante la estancia del paciente en el servicio de urgencias, se tomen las medidas de seguridad disponibles para evitar la fuga, la auto o incluso la heteroagresividad. Además de valorar la alteración de la condición física del paciente, se realizará una evaluación psicopatológica y social básica, se evaluarán la presencia de factores de riesgo y se recogerán las características más relevantes del intento de suicidio quedando todo bien informado en la historia clínica13.

Se recomienda que en caso de intento de suicidio, sean valorados por un psiquiatra si así lo considera el médico de urgencias. La derivación al psiquiatra tendría lugar cuando este paciente estuviera plenamente consciente pudiendo realizarse una valoración psicopatológica. Otra posibilidad existente es la derivación a consulta de salud mental13.

Con este tipo de pacientes es importante trabajar en: la comunicación paciente-profesional, la actitud empática profesional y la información sobre la conducta suicida a pacientes, cuidadores y familiares. La posible hospitalización del paciente se trata de un proceso complejo, habrá que tener en cuenta principalmente la repercusión medica sobre la conducta suicida, la existencia de un riesgo de suicidio inmediato por parte del paciente y el tipo apoyo social y familiar. Es importante conocer la opinión de la familia al respecto13.

TRATAMIENTO

El tratamiento para esta conducta se encuentra en constante experimentación. El tratamiento psicoterapéutico está adquiriendo cada vez más importancia, sobre todo aquél basado en técnicas cognitivo-conductuales. Otras posibles terapias que aplicarían serían: la terapia interpersonal, la terapia familiar y la terapia psicodinámica13.

Por último, encontramos el tratamiento farmacológico que atiende tanto la patología subyacente como la ansiedad, el insomnio o la impulsividad. En niños, es importante que los fármacos utilizados sean suministrados y custodiados por un adulto para evitar un abuso o una sobreingesta. Los fármacos más empleados en estos pacientes son: antidepresivos (ISRS), litio, anticonvulsivantes, antipsicóticos y la terapia electroconvulsiva12,13.

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AUTORES DE ESTE ARTÍCULO MONOGRÁFICO:
  • Marina Guixá Piñol. Graduada en enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet. (Zaragoza).
  • Marta Cañabate Valdepérez. Diplomada en Enfermería. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa (Zaragoza).
  • Tatiana Jaime Estepa. Graduada en Enfermería. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa (Zaragoza).
  • Marta Aragüés Garde. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet (Zaragoza).
  • Héctor Navarro Aznar. Graduado en Enfermería. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa (Zaragoza).
  • Amanda de Bernardo Gurría. Graduada en Enfermería. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa (Zaragoza).

Nota: Publicado en www.revistasanitariadeinvestigacion.com  el 4 de enero de 2023.

 
 

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